Juventud CCHeriana
El edificio F, subiendo escaleras
en el segundo nivel a mano derecha se recorren tres salones, justo en el
último, o sea el cuarto, existen seis mesas, las cuales tres y tres conforman
dos filas a lo largo del salón que mide 3 metros. Son las 7pm, hora en que se
congregan los estudiantes, es raro ver tantos a esa hora, es el último horario
y tomando en cuenta que es sexto semestre ya deberían haberse marchado.
A esa hora ya hay que tener una
chela en mano, o bien, una cubeta de pulque o curado de 2 o 3 litros, al
menos... ¿Para qué ir a la escuela? Eso es aburrido, monótono, de todas formas
tenemos pase reglamentado a la Universidad, quizá no en Ciudad Universitaria
pero sí en otro plantel, así que no hay pex...
Pero esa materia es atractiva,
rara vez se deja de asistir, el profesor mas que enseñarnos sobre Ciencias
Políticas y Sociales, se ha convertido en un maestro de la vida, el tiempo ha
borrado su nombre, porque el tiempo lo borra todo, un día despertamos con una
vida totalmente distinta a la que otro día recordábamos y seguramente en un
tiempo más recordemos este momento y ya hayamos olvidado el pensamiento
penúltimo y antepenúltimo...
Aún así, se llamaba Juan Artemio,
bueno, así es como lo llamaré de ahora en adelante. Él era diferente, sus
consejos iban para estudiantes, no nos veía como esos jóvenes malgastando su
vida en cualquier cosa, más bien haciendo lo que hacía cualquier otro a su
edad, seguir nuestra naturaleza, para él ir a la escuela no entrar a clases e
irse a leer a la biblioteca o consumir drogas era aceptable, quizá nuestro
cuerpo veleidoso era para resistir a nuestras jornadas de fiesta y excesos
constantes.
Entraban compañeros drogados a
clases, no decía nada, e intentaba que aprendiéramos lo mayor posible, él sabia
que aquel ambiente estaba lleno de tentaciones, sólo unos cuantos a los que se
les nombraba ñoños eran casi como adultos, responsables, comprometidos,
eficientes, los demás éramos desastrosos... Lo que es... Ni siquiera nos importaba
aprender si no tenía una aplicación inmediata, una falla de visión debido a la
inexperiencia.
No poníamos atención pero ese
grupo obtuvo la base en ciencia social, no era precisamente lo más sofisticado
ni lo más teórico, tal vez no lo entendiéramos pero en la Universidad se
clarificaron muchas cosas, por ejemplo, no se entendía el concepto de
consciencia social, y siempre repetía que los universitarios de escuelas
públicas contábamos con un chip, a lo mejor virus que no permitía actuar fuera
de la ética, o sea pensar en nuestros congéneres antes que en intereses
particulares.
Al fin, choradas en ese momento.
Preferíamos escuchar sus historias de cuando joven, resultaba que el
sinvergüenza era un Don Juan, lo escuchábamos atentamente, muchos no lo creían
pero sus historias eran interesantes para todo ese grupo de imberbes, hasta que
un día lo vimos con una señora de buen ver, ya medio traqueteada pero el
master, porque la neta sí rifaba para ligar, se encontraba platicando
plácidamente con ella, luego la tomo de la cintura y que se la lleva al carro.
Tssssssssssss... Sólo podíamos
pensar “esta noche sí cena”. Fue cuando creímos que esa historia de haber
llegado a Monterrey como joven profesor graduado de la Facultad de Ciencias
Políticas y Sociales a la Universidad Autónoma de Nuevo León, se había
conseguido una chica guapísima según él adinerada y que después tras su
romance le salvaría la vida.
Decía que era ídolo de los
jovenzuelos que tenía por estudiantes porque una chica guapa iba por él a la
salida en un carro de lujo y él no pagaba nada en absoluto, pues todos quedaban
boquiabiertos. Se encontraba en grilla apoyando a la oposición política hasta
que un buen día, lo agarraron, le metieron sus putazos, lo encueraron y le
quisieron aplicar la ley fuga, pero le dieron chance, así que regresó a la
Ciudad de México y como bien lo dijo “deje a la otra vieja bien buena por mi
amor 'verdadero' para que años después me rompiera la madre con un divorcio y
me quitará lo poco que había ganado durante años”.
Al final, creo que eso fue lo que
me animó a ser politólogo. No sé si esté mal porque mi pasión sea esa ansía de
vivir en el exceso y despreocupación, lo cual he seguido aunque sin
consolidarlo... Llevo una vida sin guión, pero creo que comienza a ganarme la
formalidad... En fin, supongo que la parte social del humano que todos tenemos
que atravesar...

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