Olvido e ignorancia
El ocioso observa, analiza,
contempla y examina siempre a la expectativa de lo que harán personas comúnes,
cavilando sobre sus quehaceres, actividades y ocupaciones diarias, eso lleva a
que en lugar de escuchar un reproductor de música, leer un libro o conversar
con un desconocido sea mejor opción mirar alrededor.
Ver los asuntos de otros,
aprender de la experiencia ajena, no es vouyerismo, es aprendizaje de calle,
afina sentidos y percepciones, hace que crezcamos más, ya que experimentamos a
través de otros.
Mientras los distraídos siempre
les pasa lo peor, no saben leer lo que se tornará, ni cómo actuar en cierta
coyuntura.
La modernidad hace que todo se
mueva rápidamente, pierda nuestra capacidad de asombro, sistematice lo anormal,
e inestabilice constantemente nuestra conciencia, lo que lleva a crisis
constantes de existencia y personalidad.
Eso mismo debería arrojarnos a
preocuparnos por conocer lo que le pasa a los demás porque es lo que podría
pasarnos, el que no nos haya tocado X o Y situación es motivo para mayor
preocupación, para prepararnos cómo nos atacará la vida.
Las probabilidades de los
incidentes X o Y se distribuyen entre toda la población, no nos inmunizan, más
bien guardan su ataque para más adelante en caso que las estadísticas lo
quieran.
Es una posición natural el creer
que no nos pasará algo en la juventud o niñez, quizá las condiciones sociales,
económicas y políticas no nos parecen tan mal porque no las hemos enfrentado,
después de todo, no tenemos que enfrentar problemáticas propias porque nuestros
padres vigilan por nosotros.
Conforme pasa el tiempo pasamos
por las mismas y complicadas etapas de pertenecer a nuestro contexto,
¿incomprensión?, ¿alcoholismo?, ¿drogas?, ¿desempleo?, ¿confusión?, ¿sexo?
Kant escribió en la Filosofía de
la Historia que “al buscar su sentido, según su propio propósito y a menudo en
contraposición a otros, persiguen sin darse cuenta, como hilo conductor, el
propósito de la naturaleza, que desconocen, y colaboran en su misma promoción”.
No escapamos a nuestro contexto y
muchos menos a nuestra naturaleza, somos prisioneros de los deseos exclusivos
de nuestros cuerpos y mentes, por una parte la materia nos moldea pero también
nuestras ideas lo hacen, es un concavo y convexo.
Así es los jóvenes encontrarán el
secreto para sobrevivir a la juventud y pubertad en alguien 10 años mayor, pero
nadie experimenta en cabeza ajena, y quienes hemos sobrevivido se nos ha
olvidado cómo lo hicimos.
Es difícil crecer, porque el
encarar con sólo astucia, conocimiento y valor cuestiones de vida es una
incógnita el resultado, eso asusta, no saber lo que ocasionarás, en caso que te
hagas ese tipo de preguntas, sino pues después de un tiempo sabrás que te
equivocaste y no habrá más remedio que resignación.
Pero es más lamentable el no
recordar cómo llegamos a este punto, por un lado, y por otro, el ignorar cómo
suceden y transcurren las temáticas de existencia.
He ahí el problema, no saber cómo
enfrentar lo que viene, es más, no conocer lo que se asoma, y tampoco recordar
lo que pasó y cómo sobrevivimos.
El preocuparnos por los demás
significa cuidarse, lo que puede pasarle al prójimo puede afectarnos, mejor
resarcir nuestra ignorancia y olvido con responsabilidad e interés por el
presente.
Publicado en Just an Ambulance at the Bottom of a Cliff

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